Creo en cualquier espacio en el que entro,
en proyectar un sueño
sobre un plano en blanco
y en comprometerme a guardar secreto
sobre lo que en él vea y oiga
hasta el final de la obra.
Creo en las cabezas bien amuebladas
antes que en los salones y en las terrazas,
y en que para sostener una casa
los mejores pilares
no son de madera ni cemento,
son de personas con los pies en el suelo.
Creo en que, si una puerta se cierra,
es mi deber dejar una ventana abierta,
y en que si la necesidad es respirar
no hay pared que no se pueda derrumbar.
Creo en las cocinas que cuecen
más con amor que con sartenes,
y en las camas de cuatro esquinitas
que te protegen de las pesadillas.
Creo en que sientas tu interior “recién pintado”,
en darte la llave de tu nuevo camino en mano
y en despedirme de ti sin parar de sonreír:
“Cariño, ¡estás para entrar a vivir!”.
Y creo en ser fiel a este manifiesto
y en la suerte que he tenido con la gente
que día a día me hace gozar de esta profesión
con tanto arte, felicidad y buen humor.
Para Bárbara Aurell por María Leach.Barcelona, febrero 2020.